TANDIL: Una experiencia inolvidable.
Fuimos con 6º a Tandil. Si hay una vivencia como docente que a uno siempre lo conmueve, es ver felices a los alumnos, compartir con ellos experiencias más allá de las paredes del aula. Los viajes de estudio son, sin lugar a dudas, la posibilidad de conocer un lugar nuevo, conocer a los demás y conocerse a uno mismo.
Apenas llegamos a la ciudad, subimos a conocer la réplica de la famosa piedra movediza. Un ascenso corto pero esforzado, que nos dio la primera panorámica del lugar. Luego de alojarnos y hacer los primeros reconocimientos del espacio, seguimos conociendo más de esta ciudad, la quinta en importancia en todo el país. Tuvimos la oportunidad de visitar un taller protegido, donde adultos discapacitados trabajan diversas producciones basadas en la miel, velas de todo tipo, pesebres de cera, licores, dulces. Descubrimos en esa visita, que todos los seres humanos podemos producir, compartir y disfrutar, que la discapacidad no es un impedimento, cuando hay docentes tan generosos como para encauzar un proyecto de integración.
Realizamos ascensos a los cerros, que nos confirmaron el poder de la naturaleza, abriéndose paso desde hace miles de años en el planeta. Disfrutamos de diferentes vistas panorámicas del campo y la ciudad, todos nos parecían hermosos, únicos… Conocimos una “dulcería” en medio de los cerros, en la cual disfrutamos de un exquisito té de frutas y todo tipo de dulces caseros: de naranjas, manzana con canela, salsa inglesa, mora, sauco y muchos más. Nos armamos luego de coraje y bajamos el cerro en tirolesa, atravesando la inolvidable sensación de ser uno con el paisaje. Posteriormente nos iniciaron en la práctica del rappel.
Recorrimos el Vía Crucis del Monte Calvario, una obra escultórica en piedra que nos dejó asombrados. Visitamos una escuela agrotécnica, donde los alumnos del secundario nos explicaron y mostraron los cultivos y animales con los trabajan y aprenden, como asimismo el procesamiento del queso.
Visitamos el Museo, que nos fascinó paso a paso, con todos sus carruajes de finales del siglo XIX, su pulpería, su historia local, en la cual había manuscritos de San Martín, Martín Rodríguez, Roca.
Disfrutamos cada día compartido, viéndolos a los chicos organizarse para bañarse, yendo de una pieza a la otra para charlar y jugar, algunos jugaban al fútbol, otros escuchaban música, otras practicaban maquillaje y desfile … Cuando llegó el fogón del último día , nos reímos con los chistes de los chicos, nos asustamos por cinco minutos con un misterioso fantasma, nos abrigamos con el calor del fuego, y al pensar en volver, a todos se nos arrugó un poco el corazón.
Gracias a todas las familias por haberle permitido a sus hijos disfrutar de la experiencia. Gracias a los chicos, que se portaron maravillosamente bien y nos permitieron compartir ese ratito tan especial en sus vidas.
Valeria, Federico y Claudia.
Octubre 2007
