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Nivel Primaria
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“POR FAVOR”

La educación, en  el amplio sentido de la palabra, es  el principal instrumento para la construcción de una cultura de paz, de la buena y sana convivencia. Los elementos claves son el aprendizaje y la práctica de la no violencia activa, el diálogo, la tolerancia, la solidaridad y el respeto por el otro. De ahí, que todos tenemos parte en el compromiso con la construcción de un espacio justo, solidario y respetuoso.
Una comunidad así se construye a cada momento, cada vez que interactuamos y que asumimos la responsabilidad de “ser” con  otros y de hacer de nuestras propias vidas una posibilidad de transformar el mundo en un mejor lugar.

El colegio es un espacio privilegiado para que nuestros niños, niñas y jóvenes aprendan a vivir juntos, colocando especial atención en desarrollar en ellos capacidades para convertirse en ciudadanos que defienden y favorecen valores como la no discriminación, la tolerancia y la colaboración.

Es por todo esto que los alumnos de 2° A y B trabajaron el cuento “Por favor” y quieren compartirlo con todos ustedes ya que el mismo nos ha dejado, además de un hermoso momento de reflexión, ganas de seguir descubriendo todos los buenos valore que tenemos para hacer de la nuestra, ¡la mejor comunidad!.

Por Favor

     Érase una vez una pequeña expresión llamada “por favor”, que vivía en la boca de un niño. “Por favor” vive en la boca de   todos, aunque   la gente a menudo lo olvida.
     Ahora bien, todos los “por favores”, para mantenerse fuertes y felices, deben salir de la boca con frecuencia, para airearse. |           Son como peces en una pecera, que emergen a la superficie para respirar.
     El “por favor” del cual les hablaré vivía en la boca de un niño llamado José, pero rara vez tenía la oportunidad de salir.          Porque José, lamentablemente, era un niño grosero que raramente se acordaba de decir “por favor”.
     -¡Quiero pan! ¡Quiero agua! ¡Quiero ese libro! -era su modo de pedir las cosas.
     Su padre y su madre estaban muy afligidos por esto. Y ese pobre “por favor” pasaba día tras día sentado en el paladar del niño, esperando una oportunidad de salir. Estaba cada día más débil.
     José tenía un hermano mayor, Pablo, que tenía casi diez años y era tan cortés como grosero era José. Así que su “por favor”          tenía mucho aire y era fuerte y feliz.
     Un día, durante el desayuno, el “por favor” de José sintió necesidad de respirar, aunque debiera fugarse. Así que se escapó          de la boca de José y aspiró una buena bocanada de aire. Luego se arrastró por la mesa y saltó a la boca de Pablo.
     El “por favor” que vivía allí se enfadó muchísimo.
     - ¡Lárgate! -exclamó-. ¡Tú no vives aquí! ¡Ésta es mi boca!
     - Lo sé -respondió el “por favor” de José-. Yo vivo en la boca del hermano. Pero allí no soy feliz. Nunca me usa. Nunca      puedo respirar aire fresco. Pensé que me dejarías vivir aquí un par de días, hasta que me sienta más fuerte.
     - Bueno, bueno -respondió amablemente el otro “por favor”-. Comprendo. Quédate, desde luego, y cuando mi amo me use,    ambos saldremos juntos. El es amable, y sin duda no le importará decir “por favor” dos veces. Quédate el tiempo que          quieras.
     Ese mediodía, durante la cena, Pablo quería jugo, y esto es lo que dijo:
     - Padre, ¿me alcanzas el jugo, “por favor” “por favor”?
     - Claro -dijo el padre-. ¿Pero por qué tan amable?
     Pablo no respondió. Estaba hablando con la madre:
     - Madre, ¿me alcanzas el pan, “por favor”  “por favor”?
     La madre se echó a reír.
     - Te doy el pan, querido, ¿pero por qué dices “por favor” dos veces?
     - No sé -respondió Pablo-. Es como si las palabras me saltaran de la boca.
     - Lidia, “por favor” “por favor”, un poco de agua.
     Esta vez Pablo se asustó.
     - Bueno -dijo su padre-, eso no daña a nadie. Un “por favor” nunca está de más en este mundo.
     Entretanto, José pedía “¡Dame un huevo, quiero leche, dame una cuchara”, con la rudeza habitual, pero ahora se detuvo y escuchó al hermano.
     - Le pareció que sería divertido hablar como Pablo, así que comenzó:
     - Madre, ¿me pasas un pan, mmm?  Trataba de decir “por favor” pero no podía. Ignoraba que su pequeño “por favor” estaba          en la boca de su hermano Pablo. Así que lo intentó de nuevo, y pidió la manteca.
     - Madre, ¿me alcanzas la manteca, mmm? Era todo lo que podía decir.
     Así siguió todo el día, y todos se preguntaban qué pasaba con esos dos niños. Cuando llegó la noche, ambos estaban tan cansados, y José estaba tan irritado, que su madre los mandó a la cama temprano.
     Pero a la mañana siguiente, en cuanto se sentaron a desayunar, el “por favor” de José regresó a su hogar. Había respirado      tanto aire fresco el día anterior que se sentía fuerte y feliz. Y de inmediato tuvo más aire, pues José dijo: - Padre, ¿me      cortas la naranja, “por favor”?
     ¡Vaya! La palabra le había salido con suma facilidad. Por otra parte, esa mañana Pablo decía un solo “por favor”. Y a partir de entonces, el pequeño José fue tan cortés como su hermano.

Alicia Aspinwall

Mónica Varela. 2º A

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