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LOS BARRILETES DEL APRENDIZAJE ¿Se aprende de una única manera?
Si al despertar era domingo de invierno y soplaba el viento, la cita era ineludible. El concepto de “espacio” aún no había sido introducido por el secundario. Por lo tanto, al cerrar la puerta de casa, se gritaba un sencillo “voy a la plaza del triangulito”. Como el “tiempo” tampoco había sido aún escolarizado, los relojes eran biológicos y emocionales, resultando de ello que los encuentros eran arbitrados por la intensidad del calor del sol y la duración del deseo.
Los varones aparecían orgullosos con sus barriletes en mano. Las nenas observábamos asombradas y deseosas de una oportunidad. Ellos los traían “casi” terminados, debiendo nosotras pegar los flecos y traer los trapos que hicieran de cola. A través de esas actividades y detalles nos reconocíamos como un grupo (teníamos menos de trece, y como aún no habíamos estudiado las diferencias e injusticias de género, éramos felices).
Comenzaba la elección del lugar de inicio según la dirección del viento (que por desconocimiento aún del dato a través de la televisión o Internet), era investigado a través de las hojas de los árboles cercanos y las prendas colgadas en las terrazas observadas largamente. Los varones nos extendían en silencioso ritual el barrilete (aún no caracterizado como objeto aerodinámico). Nosotras nos alejábamos mientras ellos agarraban los carreteles (variable cuantitativa y cualitativa: metros de hilo; hilo de algodón o chanchero) y sin palabra alguna, aguardábamos el milagro. Nosotras… la mano en alto con el barrilete que de la nada era arrancado milagrosamente (o no…). Ellos… en gallarda actitud, prestos a quijotear con el viento. Si se quiere… una plaza de toros…
Primero, unos segundos de pavor… un remolinar dudoso (desconocíamos “el principio de Bernoulli”). El destino se jugaba en treinta segundos como mucho… espacio y tiempo… “caer y/o sobrevivir… volverlo a intentar”. O sea… la vida. Si el milagro se producía (inexplicado aún por la velocidad del fluido o la presión a lo largo de la línea de corriente), nos quedaba el sabor del triunfo a sabiendas de la incertidumbre (el hilo podía cortarse y con ello sobrevenir el duelo). Pero aún así… quedaban impregnados para siempre el sol, los flecos, el viento, la longitud de los tiros, el papel, el amor, las preguntas… las preguntas…
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Cuando entramos por primera vez en “Abremate”, recordé aquel triángulo de sol y los barriletes del valor. El espacio no fue: “los metros del lugar”, sino un lugar mágico de objetos y colores. El tiempo no fue: “cincuenta minutos para copiar y responder”. Espacio y tiempo fueron otra vez tocar, observar, sentir. Se trató nuevamente de curiosear la vida para luego preguntarse.
Como dijo Jorge Wagensberg: “el placer de aprender se transmite creando ocasiones de aprendizaje”. Idea concretada por el Director de “Abremate” Carlos Petignat.
No hay una única forma de aprender…
Aprendemos en la escuela…
Aprendemos en “Abremate”
Aprendemos remontando barriletes…
Lic. Claudia V. Sterman.
VIDEO DE LOS CHICOS EN ABREMATE
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